El diario BILBAO nos dedica en su número de junio una página con los nuevos títulos que componen la colección monográfica «33⅓» en su espacio «Pérgola». Os dejamos con este fantástico artículo íntegro de Enrique Viñuela.
«La editorial vizcaína Libros Crudos amplía la colección 33 1/3 con volúmenes dedicados a discos clásicos de Pink Floyd, The Kinks y Nick Drake
Todo lo que siempre quiso saber sobre su disco de rock preferido y nunca se atrevió a preguntar. Este podría ser el título alternativo de la colección 33 1/3, una serie de libros de pequeño formato (caben en el bolsillo) dedicada a estudiar aquellos álbumes que han hecho historia en el rock. Publica la editorial vizcaína Libros Crudos y ya van por el número seis. Bob Dylan (Highway 61 Revisited), Rolling Stones (Exile On Main Street) y Pixies (Doolittle) fueron los artistas escogidos para inaugurar un catálogo que ahora se amplía con otros tres monográficos que abordan discos imprescindibles de Pink Floyd (The Piper At The Gates of Dawn), The Kinks (The Kinks Are The Village Green Preservation Society) y Nick Drake (Pink Moon). 33 1/3 son las revoluciones a las que gira un disco de vinilo, el formato musical que predominaba en la época en que se publicaron los álbumes sobre los que vamos a hablar en las siguientes líneas.
La periodista Amanda Petrusich se encarga de firmar el volumen dedicado a Pink Moon, tercer y último trabajo en la corta carrera del músico inglés Nick Drake. Salió a la venta en 1972 y, al igual que sus predecesores, no vendió en carajo. Dos años después, la madrugada del 25 de noviembre de 1974, Drake, un joven melancólico con tendencias depresivas, aparecía muerto en la habitación de la casa de sus padres. Su fallecimiento todavía sigue rodeado de misterio. Algunos dicen que se suicidó, frustrado por la indiferencia con la que el público recibió su música. Para otros, sin embargo, fue un simple accidente: por aquel entonces estaba medicado y, según parece, se pasó con la dosis.
Nick Drake ha pasado a la historia como el arquetipo del artista sensible y atormentado, del músico de culto que murió joven dejando un bonito cadáver. La suerte le fue esquiva y solo gozó post mortem del éxito que no pudo disfrutar en vida. Pink Moon es su disco más emblemático. Apenas dura media hora. Una colección de canciones folk austeras únicamente vestidas con su voz y su guitarra acústica, sin más acompañamiento que el piano que suena en tema homónimo. Duele escucharlo porque supone la radiografía emocional de un artista en descomposición, vulnerable, al borde del colapso nervioso. Y es en su apabullante sinceridad donde reside la magia de este disco único.
Petrusich cuenta cómo descubrió Pink Moon y se convirtió en una obsesión tras innumerables escuchas. Es su disco de cabecera. También el de músicos como Lou Barlow, Damien Jurado, Robin Hitchcock y M. Ward. La única pega del libro es que a la autora le pierde en ocasiones su condición de fan. Además, se excede al dedicar un tercio de las páginas a explicar cómo el tema titular de Pink Moon acabó en un anuncio de Wolkswagen del año 2000. Para los fanáticos de Drake aquello fue una concesión comercial imperdonable, aunque lo cierto es que al menos sirvió para que el resto del mundo descubriera la obra injustamente olvidada de este músico irrepetible.
Viñetas costumbristas
En el mercado anglosajón, la colección 33 1/3 lleva editándose desde hace una década y abarca casi un centenar de artistas, desde Black Sabbath hasta… ¡Celine Dion! Durante años, el libro de Andy Miller The Kinks Are The Village Green Preservation Society fue el más vendido de la serie, hasta que lo rebasó el ensayo sobre la grabación de In The Aeroplane Over The Sea de Neutral Milk Hotel, todavía no publicado en español. Al igual que Pink Moon, el sexto disco de The Kinks, y último que el cuarteto londinense grabó con su formación original, fue un fracaso en ventas. Ignorado por casi todo el mundo cuando se publicó en noviembre de 1968, el paso del tiempo ha sido benévolo con un álbum que hoy en día está considerado una obra maestra del pop.
A finales de los sesenta, The Kinks no pasaban precisamente por su mejor momento. Las tensiones internas y los rumores sobre su separación eran constantes. Por entonces, los poderosos riffs de guitarra y el impulso rítmico de éxitos como You Really Got Me y All Day And All Of The Night habían dejado paso a composiciones más melódicas que no convencían ni a fans ni a críticos. La prensa musical les comenzó a tildar de anticuados. Mientras que Beatles, Rolling Stones y Jimi Hendrix se adentraban en la psicodélica y The Who inventaban la ópera rock con Tommy, Ray Davies, líder y principal compositor de The Kinks, abogaba por el regreso a un pop de estructura sencilla y letras que narraban la vida cotidiana de la gente corriente, como tomar el té de las cinco o aventurarse hasta la tienda de comestibles de la esquina.
The Kinks Are The Village Green Preservation Society es un álbum conceptual de gestación traumática, formado por un puñado de viñetas costumbristas que reflejan la añoranza por una Inglaterra idílica de verdes praderas; nostalgia de una arcadia que nunca existió y que Davies recreó en este imaginario parque municipal (village green) donde viven en armonía personajes como Monica, la malvada bruja Annabella, Johnny Thunder, Walter y el señor Songbird.
Un año antes, también en Londres, Pink Floyd debutaba con el álbum The Piper At The Gates Of Dawn, grabado en los míticos estudios Abbey Road, hogar de los Beatles, quienes por esas mismas fechas se encontraban enfrascados en la gestación del Sgt Peppers. Sin embargo, las canciones de Pink Floyd poco (o nada) tenían que ver que la música de los de Liverpool. Ni con nada de lo que se había grabado hasta entonces en el mundo del rock. Temas como Astronomy Domine e Interstellar Overdrive, basadas en largos desarrollos donde primaban los pasajes instrumentales y la improvisación, conformaron el acta fundacional de la psicodelia. “Al principio no buscábamos crear algo nuevo, simplemente ocurrió. Originariamente éramos un grupo de rhythm & blues”, recuerda el bajista Roger Waters en el libro firmado por el escocés John Cavanagh, músico y locutor de la BBC. Lo suyo, como decía Syd Barret, “es un estilo libre”.
“The Piper At The Gates Of Dawn es una maravillosa creación, a menudo vista a través del distorsionado prisma de los acontecimientos posteriores. Esto ha ensombrecido el logro de Pink Floyd en su disco de debut; una portentosa interpretación de banda, un hito en la producción musical”, escribe Cavanagh. Entre los acontecimientos a los que se refiere, destaca la salida de Syd Barrett de la banda poco después de la publicación del álbum. El duendecillo de Cambridge jugó un papel esencial en el sonido del álbum. Las principales composiciones son suyas y para algunos fans, la magia de Pink Floyd se evaporó cuando su cerebro colapsó por la ingesta de LSD y Barrett abandonó el negocio musical para pasar el resto de sus días recluido en la casa de su madre, donde murió en 2006″.