Reconozcámoslo, en el descenso al maelstrom que son el mundo editorial y su orgía de publicaciones es tremendamente laborioso mantener la atención. Hay tanto por leer, por experimentar (o por… ejem, retuitear), que cualquier esfuerzo por penetrar la superficie de la portada se vuelve sobrehumano. Si ya es así con los propios libros, sean bienvenidos al abisal mundo del autor desconocido. Como no es nuestra intención hacerles sufrir, hemos decidido inaugurar una nueva sección en nuestra web: «Pase VIP». En ella publicaremos acercamientos a los autores de Libros Crudos, parte indisoluble de la pequeña familia de publicaciones que integran nuestro catálogo. Siendo claros, y siguiendo el símil familiar, ellos son sus (muy) sufridos progenitores. Y serán ellos los que hablen, como no, de sus retoños. ¿Acaso hay alguien que los conozca mejor?
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Nos estrenamos en esta serie de entrevistas con John Cavanagh, quien pronto publicará (con introducción exclusiva incluida) en Libros Crudos su volumen dedicado a The piper at the gates of dawn, primer LP de Pink Floyd, dentro de la colección 33 1/3.
Escocés de pura cepa, Cavanagh (1964) nació y creció en Glasgow, donde aún reside. Nos cuenta que ya a la temprana edad de 2 años se encaramaba a un taburete para pinchar singles, y no ha parado de hacerlo desde entonces. Tras un breve paso como gerente de una tienda de antigüedades, encontró su verdadera vocación en la radio. Tanto es así que lleva más de 20 años en la BBC y en radios comerciales presentando programas que se emiten por todo el mundo. Es además actor de doblaje y 50% del dúo Electroscope, usando el seudónimo Phosphene para otro proyecto musical en solitario. Por si fuera poco, combina estas actividades con la producción musical y esporádicas ediciones en un pequeño sello. Alguien tan aventurero no podía resistirse a la experiencia que es escribir un libro como este, aunque para ello tuviera que zambullirse durante 8 meses en un disco tan icónico y enigmático como Piper…
Libros Crudos: ¿Qué significa este disco para ti? ¿Por qué es tan importante?
John Cavanagh: Personalmente fue el sonido lo que llamó mi atención siendo niño, los trabajos más famosos de Pink Floyd los disfruté mientras crecía, en compañía de mi padre sobre todo. Me compré Meddle cuando tenía 9 años y descubrí Relics, y por tanto la época de Syd Barret, al año siguiente. Al final entre mi padre y yo fuimos comprando todos los álbumes, hasta The final cut.
La importancia de Piper resuena a lo largo del tiempo como uno de esos discos que fue tremendamente influyente cuando salió y aún retiene caché entre los jóvenes fans y músicos de hoy día.
L.C.: ¿Cuándo y cómo surgió el proyecto?
J.C.: En 2002, David Barker de Continuum se puso en contacto conmigo a través del mánager de un grupo escocés muy famoso. Este le había comentado que yo podría estar interesado en participar en la nueva colección que planeaba: libros breves sobre álbumes clásicos. Cuando 33 1/3 nació, yo fui una de las primeras seis personas incluidas en el lote inaugural.
L.C.: ¿A quién tuviste acceso mientras elaborabas el manuscrito? ¿Hubo alguien más con quien te hubiera gustado hablar?
J.C.: Mi primer contacto fue Vic Singh, el fotógrafo que hizo la portada de Piper. Vic fue una de las personas que se convirtió en un buen amigo después de esto, al igual que John «Hoppy» Hopkins y otros con los que he trabajado desde entonces. Encontré historias maravillosas de gente que, por ejemplo, trabajaba en Abbey Road en la época en que el disco se grabó y que estuvieron también involucrados en el evento Games For May, de Pink Floyd. Otra serie de historias sensacionales vino de la mano de Pete Drummond, que hizo de presentador en la gira conjunta de Jimi Hendrix, en la que Pink Floyd iban de teloneros y también disfruté mucho al descubrir historias de cómo Syd y una amiga saltaban la valla del zoo de Londres por la noche y otros detalles personales como ese.
Hablé con Nick Mason que, según me habían dicho, era quien mejor recordaba aquella época, pero me hubiera gustado entrevistar a Roger Waters, Richard Wright y el productor del disco, Norman Smith. Se habían explotado tanto las mismas historias de siempre de «Syd el loco», que encontré muchas barreras para llegar a gente que estaba cansada de que tergiversaran sus recuerdos para convertirlos en lo que el escritor decidía que fuesen, sin importarles los hechos. También había muy buenos trabajos sobre la era Syd Barrett de Pink Floyd, por supuesto, pero por desgracia esta área había sido mancillada por un cierto «periodismo» vergonzoso, así que mucha gente cercana a este disco era justificadamente precavida.
L.C.: Empezaste el libro en verano de 2002… ¿Cuáles eran tus metas entonces?
J.C.: Siendo un fan de Pink Floyd, tenía montones de libros sobre ellos y mi objetivo era ofrecer material fresco a quien comprase el libro. No quería que ese comprador se sintiera estafado, como lo haría con un trabajo basado en refritos de publicaciones anteriores. Aunque mi libro sobre Piper no es un volumen enorme, realicé 23 entrevistas nuevas para él, y me aseguré de remarcar claramente como tales las fuentes citadas, y estas tienden a ser fuentes de la época y no de otros libros sobre Pink Floyd.
L.C.: ¿Cuáles fueron tus dificultades, miedos y preocupaciones? ¿Alguna anécdota en especial?
J.C.: ¡Muchísimas! La anécdota que me viene a la cabeza fue también fuente de dificultad, miedo y preocupación. Una persona, conocida por tener un sentido del humor bastante, digamos, pícaro, me dijo que iba a conseguir que Nick Mason hablase conmigo. Mi nombre estaba ya, aparentemente, «impreso en la conciencia de Nick». Esto duró unas seis semanas o así, hasta que este travieso caballero se hartó de jugar conmigo y cortó la comunicación repentinamente. En ese punto me encontré con la ausencia de la perspectiva de un miembro de Pink Floyd sobre el disco y retrasado según la agenda que me había impuesto. Por entonces estaba en contacto con Robert Wyatt para un asunto no relacionado con el proyecto del libro: un programa de radio de la BBC en el que estábamos trabajando. Robert me preguntó qué más estaba haciendo y cuando oyó el nombre del importunador llamó a su mujer Alfie por teléfono. Conocía al hombre en cuestión desde hacía mucho tiempo y dijo que siempre estaba haciendo cosas así. Los Wyatt vienieron al rescate y de sopetón me pusieron en contacto con Nick Mason y cantidad de otras personas con las que no había podido hablar. Si alguna vez escuchas historias acerca de los maravillosos ejemplos de humanidad que son Robert y Alfie, ¡son completamente ciertas! Y en lo que respecta al tío que causó el problema, todavía le guardo cierto cariño en secreto, pero dejaré su nombre al margen.
L.C. ¿Qué aprendiste, sobre el grupo y sobre el proceso de escribir, durante la elaboración del libro?
J.C.: ¡Un montón! Hasta el momento en que me encargaron el libro, nunca había escrito textos extensos. Perfiles y reseñas de, digamos 600-1000 palabras eran lo máximo que había atajado. Lo que hice, en esencia, fue estructurarlo como si estuviera construyendo una serie documental para la radio. Cuando le envié un extracto a David Barker (director editorial de la colección, NdA) su comentario fue que tenía el aspecto de… ¡un serial radiofónico! He ahí un lector astuto. Y le gustó la idea.
L.C.: Llega la pregunta incómoda… ¿Estás contento con el resultado? ¿Cambiarías o añadirías algo?
J.C.: Estoy orgulloso del libro tal y como es. Por supuesto, si lo escribiera ahora o en cualquier otro punto intermedio de mi vida, sería diferente. Hay algunas personas con las que quizá habría podido hablar ahora, que en 2002 eran totalmente inaccesibles para mí, pero hubiera hecho falta que pasaran diez años y que conociera a ciertos tipos que estarían dispuestos a responder por mí en cuanto a que yo no era otro de esos periodistuchos en busca de carnaza.
Hay mucho de mí mismo en el libro de Piper, un montón de referencias personales y, como alguien que lo leyó hace poco me dijo, comienza como una aventura; eso es lo que significaba para mí la escritura: una aventura completamente maravillosa y algo que ha tenido efectos importantes en mi vida, a través de amigos que he hecho tanto en el proceso de escritura como después a través del libro.
L.C.: ¿Has tenido la oportunidad de leer algún otro libro de la colección que te haya gustado?
J.C.: Oh, sí, he leído unos pocos y las recopilaciones Greatest hits (compilaciones de extractos de diversos volúmenes de 33 1/3. NdA) de los primeros números. Creo que es una colección maravillosa. Es difícil elegir uno o varios y no mencionar otros, así que lo que suelo hacer es responder con los primeros que se me ocurren, y en este caso es excepcional trabajo sobre Electric ladyland de Jimi Hendrix. John Perry, guitarrista de The Only Ones entre otras cosas, fue quien lo escribió. Vio a Hendrix en Londres en sus inicios, y también conoce exhaustivamente las técnicas de estudio que se usaron en la época en que se grabó Electric ladyland. Esto proveyó a su libro tanto de una buena historia como de los detalles que los fanáticos de los estudios (como yo) queremos saber. Y todo ello en un disfrutable equilibrio
L.C.: ¿Te gustaría escribir otro 33 1/3? ¿Cuál sería tu elección de ser así?
J.C.: Oh sí, ¡por supuesto que lo haría! Es una colección tan completa ahora que algunos de mis discos favoritos como Trout mask replica y Forever changes ya están ahí, pero algunos en los que me gustaría escarbar serían algunos de los discos «perdidos» de Andrew Loog Oldham, como Home and away de Del Shannon y Would you believe de Billy Nichols; creo que el primero de Kate Bush sería una historia fascinante para un 33 1/3, al igual que el único LP original de las Shangri Las, Leader of the pack. No están consideradas como un grupo de álbumes, pero ¡menuda historia! Montones de discos asombrosos me vienen ahora a la mente… Gris gris de Doctor John, el disco de United States Of America que tan fresco suena décadas después de su aparición, I hear a new world de Joe Meek, Roots de Sepultura, un disco que me gustó mucho cuando salió, y luego cosas más recientes como el hermoso disco de Thurston Moore, Demolished thoughts; y ahora que lo pienso, otro título de Pink Floyd me viene a la mente: The final cut. Es quizás su disco más vilipendiado, pero para quienes conectan con él es un álbum absolutamente extraordinario.
L.C.: ¿Cuál es tu canción favorita de Piper, y qué te inspira?
J.C.: «Chapter 24» es una que resuena muy fuertemente para mí. Aparte de su maravillosamente evocador sonido y sus ideas cíclicas del tiempo, el dúo del que formo parte, Electroscope, hizo una versión de esta y fue todo un punto de inflexión para perder mi timidez a la hora de cantar.
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